VENTANA DE CINE

 

ADÚ

2020, DRAMA, ESPAÑA, 119 minutos

Director: SALVADOR CALVO            
Interpretes: MOUSTAPHA OUMARU (Adú), ZAYIDDIYA DISSOU (Anika), LUIS TOSAR (Cliff), ANNA CASTILLO (Sandra), ÁLVARO CERVANTES , MIGUEL FERNÁNDEZ
Guion: Alejandro Hernández. Música: Roque Baños. Fotografía: Sergi Vilanova. Producción: Ricardo Marco Budé

CALIFICACIÓN: 8, buena pero dura

TEMAS: amistad, solidaridad, relación padres hijos

ARGUMENTO

Tres historias que tienen como protagonista a África. En Camerún, Adú y Annika, dos hermanos que van jugando por la selva montados en una bicicleta, oyen disparos y se acercan a ver su procedencia. Allí descubren a unos cazadores furtivos que acaban de abatir a un elefante y le están cortando los colmillos. Uno de los furtivos descubre la bicicleta y los niños tienen que escapar corriendo. Muy cerca, el representante de una ONG que se dedica a la protección de los elefantes, intenta descubrir quién ha matado al elefante lo que lleva a discutir con los guardas que le acompañan.


Al tener que ir a recoger a su hija que llega para pasar unos días con él, se lleva la bicicleta, mientras se entera por la encargada de la ONU que no le permitirán volver a la reserva. Al norte, en la frontera de Melilla, tres guardias civiles intentan evitar que más de cien subsaharianos salten la vaya que les separa de España. Uno ellos se queda enredado en las concertinas y al intentar ser rescatado se cae y se mata.

COMENTARIO

Es una película desoladora. Como todas las que se desarrollan en África es desesperanzada, violenta y triste. Si además trata el tema de la inmigración y nos muestra la aventura de dos niños solos y abandonados, la tristeza se convierte en angustiosa experiencia de desolación. Pero eso no quita para que sea una buena película. Está muy bien hecha. Están muy bien dosificadas las tres historias que van evolucionando a lo largo de la película.
Así, la de los dos niños africanos, se convierte en una historia de amistad. Ese niño que es un superviviente, un chaval valiente que lo va perdiendo todo pero que encuentra a un joven desconocido que le ayuda cuando más desamparado se encuentra.
La del ecologista y su hija, pasa de ser una historia de denuncia sobre la situación en la que se encuentran los elefantes acosados por unos furtivos sin escrúpulos, pero mal protegidos por unos blancos que se creen los dueños del cotarro y los únicos que saben hacer algo, a indagar en la relación entre un padre que tenía olvidada a su hija y una hija que tiene graves problemas con el consumo de drogas y que no tiene demasiado cariño por su padre.
Finalmente, la de los guardias civiles de fronteras, pasa de ser el relato de lo duro e incomprendido de su trabajo, a un problema de conciencia sobre si debe testificar sobre un compañero que, a pesar de ser comprensible, no actuó adecuadamente en el momento de máxima tensión.
Es una pena que las tres historias se rocen pero no lleguen a confluir. Tal vez podría haber dado origen a un final más esperanzador, porque de la película sólo queda el recuerdo de la inmensa soledad que rodea al ser humano, sea cual sea su origen. 

            Jesús Fco. Riaza